Cosita Rica...: Lo certifico :)

viernes, 28 de diciembre de 2007

Lo certifico :)

Ciudadano

Hugo Chávez Frías

Presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela.

Su Despacho

Le escribo esta carta privada, redactada con todo el respeto que me merece el cargo que usted ocupa por voluntad popular y bajo los auspicios de la Constitución de 1961 (desde aquel 2 de febrero, hace hoy ocho años, 10 meses y siete días, en que usted, al tomar posesión del empleo de Presidente de la República, rompiendo toda norma democrática, expresara, como anunciándonos lo que le esperaba a Venezuela: 'Duro sobre esta moribunda Constitución...'), con la finalidad expresa de manifestarle algunas recomendaciones que sus más cercanos colaboradores quisieran hacerle pero no se atreven por no arriesgar privilegios y canonjías, por el recuerdo demasiado escaldante del general Baduel otrora compadre y del ahora humilde Tascón o de la mismísima Marisabel amenazada de demanda por su súbito interés paternal en represalia por la valiente posición de ella frente al fraude constitucional que el pueblo rechazó en hora estelar para la patria.

Voy a dividir esta carta en dos capítulos, que considero enmarcan las dos principales causas de la pérdida de la seriedad de su liderazgo continental (ya le están sacando sus aviones a pedradas de Bolivia) y la frustración que su gobierno ha significado para los más pobres, aunque todavía tres millones de venezolanos le manifiesten su lealtad.

Capítulo I: ¿Por qué no te callas? Es antiguo, muy antiguo, el consejo que advierte de no hablar ni con la boca llena ni cuando la sangre hierve, porque en este último caso de la boca salen sapos y culebras, aunque de la boca suya de usted lo que salió fue mierda, expresión usada, es cierto, por el coronel de García Márquez, pero fue para expresar que no tenía nada que comer, o nada en el cerebro. Usted es el primer magistrado de la nación, el primer venezolano, por así decirlo, aunque yo prefiero pensar que el primer venezolano es el humilde maestro anónimo que enseña a sus alumnos que no se les dice mierda a las personas, como usted le dijo al periodista de El Nacional que publicó de buena fuente que el alto mando militar lo había convencido de reconocer la derrota mientras usted se reventaba las manos golpeando con furia las paredes y destruía una oficina que pertenece a la nación, lo que, de ser una especulación, pudo haber sido desmentido con la serenidad que debe caracterizar a un estadista, porque la agresividad de su respuesta lo que hizo fue afianzar la credibilidad del periodista. Esa rueda de prensa en la que usted dio rienda suelta al odio que anida en su corazón, desmintió en el planeta entero la imagen de demócrata que horas antes había recorrido las salas de prensa del mundo. Y además, le contó a 'tutti li mundachi' lo que piensa hacer, y eso no lo hace un estratega que pretenda ganar una guerra. Y todo por hablar estando enfurecido. Idénticas consecuencias tuvo su discurso al pueblo en el que, en el colmo del desconocimiento social y del pueblo que le tocó en suerte gobernar, usted le dijo que si no había votado por su reforma porque no tenía viviendas, ni empleo ni justicia después de sus casi diez años en el gobierno, no eran revolucionarios y podían pasarse a la oposición. Eso, Presidente le quitó más gente que cualquier propósito de sus adversarios. Pero, en general, el hablar de más ha sido su karma. Parece que usted no tiene el menor sentido para ubicar el botón de cuando callar por interés propio. Esa propensión incontrolable a la desmesura verbal, de hablar hasta de lo que no conoce, lo ha lanzado por el despeñadero del descrédito internacional. Le recomiendo pensar primero y hablar después. Porque eso de hablar y pensar al mismo tiempo es propio de inteligencias superiores. No existe la improvisación; quien le haya dicho que usted es bueno improvisando le ha mentido. Es muy malo. La improvisación es teatral, puesto que el improvisador tiene el conocimiento necesario para que cuando le piden hablar sin planificación previa, organiza rápidamente uno de los tantos discursos posibles y, sobre la marcha, lo enhebra a la circunstancia. Pero usted simplemente habla, y habla, y cuando las ideas, que de suyo no son tantas, se agotan, apela a la vulgaridad, a la descalificación, a la incitación a la violencia, a la intolerancia, vomitando lo que usted piensa que sus seguidores quieren oír, en un irrespeto absoluto hacia el concepto de pueblo y sin percibir la inmensa responsabilidad de un líder con sus palabras que pueden ser traducidas a físico por los humildes ciudadanos que lo siguen. Escuche en silencio y soledad cualquiera de sus discursos improvisados, o elija al azar cualquier grabación de 'Aló, Presidente', y comprobará que las ideas concretas no le duran más de cinco minutos el resto de las interminables horas se consumen en una deshilvanada andanada de banalidades y procacidades burdeleras impropias de un líder de la dimensión que usted pretende ostentar, y que le han costado a Venezuela la molestia de sus tres principales socios comerciales, Estados Unidos, España y Colombia. Y se acostumbró de tal manera al discurso callejero aplaudido por quienes no lo escuchan —porque cuando empiezan a oírlo están cansados del largo viaje, y cuando usted termina están borrachos— que cree que cualquier escenario del mundo, por prolijo que sea, es la avenida Bolívar, y el podio es el camión que le sirve de tarima, y sus oyentes son los enrojados fanáticos que le aplauden sin entenderlo. Así que, por su bien, cállese, Presidente. Pase los siguientes cien días en silencio y meditación. Ponga en orden sus ideas, metabolice la realidad y asuma le verdad con hidalguía, que no hay nada más ramplón que las pataletas de un derrotado llorón. Y en los próximos cinco años hable solamente lo necesario y del tema que usted domine. A eso se llama madurez. A muchacho malcriado le sale su papá en la calle, y a usted le salió quien lo mandó a callar en pantalla gigante. Y, además, mientras hace votos de silencio, busque un asesor que le pula los conocimientos generales. Por ejemplo, es ignorancia el uso de la expresión 'pírrica' para referirse a la victoria de la oposición por una pequeña diferencia numérica. Me permito explicarle que la expresión proviene de Pirro, un desafortunado general heleno, rey de Epiro, cuyas victorias costaban incontables bajas entre sus tropas, por lo que se llama 'victoria pírrica' a la victoria obtenida con más daño para el vencedor que para el vencido, que es lo que hubiera sucedido si es usted quien triunfa en el referendo. Ah, el buen Pirro murió mientras caminaba por las calles de una ciudad griega y una vieja le pegó con una teja en la cabeza.

Capítulo II: ¿Por qué no gobiernas? Creo sinceramente que se acabó la fiestecita. No más vacaciones ilimitadas como las que ha disfrutado hasta hoy. Llegó la hora de fajarse a trabajar. Y mire que tiene usted trabajo atrasado. Y le quedan cinco años. Y para alcanzar lo que en catorce años de construcción interrumpida lograron en materia de vivienda, por ejemplo, los tres primeros gobiernos de la democracia, que menos unos, suman los que usted estará en el poder, hay que echarle pichón del bueno y sin camisa. Ya debiera estar usted construyendo viviendas en lugar de estarle buscando remedio a lo que no lo tiene. Usted dice que dejemos tranquilo lo que está quieto; nosotros le respondemos que un presidente no puede estar quieto mientras el pueblo esté en el abandono en que está el nuestro. Así que no podemos dejarlo tranquilo porque precisamente usted está demasiado quieto. Usted debe comenzar a preocuparse por el pueblo, que no es revolucionario sino necesitado. Y me refiero al pueblo venezolano, que ya sabemos de su inmensa preocupación por el pueblo cubano o boliviano o nicaragüense o de Madagascar. Es hora de cesar de dilapidar los recursos que todavía pueden significar algo de progreso para los venezolanos, en estos cinco años que le quedan de gobierno. Imagínese si usted hubiera hecho llegar al pueblo de manera directa los miles de millones de dólares que ha regalado en el extranjero, no digo que le hubieran aprobado su reforma, lo hubieran coronado emperador. El pueblo, Presidente, no sé si usted lo tiene claro necesita un modo de vida digno, su modo de tener algo y un futuro tangible y eso usted se lo ha negado. Apúrese, Presidente, aparte los discursos y los mensajes de odio, arremánguese la camisa a prueba de balas, y sude, dedíquese a esas tares que usted considera indignas de un predestinado como le hicieron creer sus adulantes que era usted, y tape los huecos de las carreteras, asfalte las calles de los barrios, construya viviendas, optimice el servicio hospitalario, construya escuelas decentes (¿sabía usted que Betancourt construyó 3.600 escuelas en los primeros dos años de su gobierno?), mejore los servicios públicos, estimule la creación de empleos como se lo ordena la Constitución que usted quiso cambiar para no hacerlo, combata el hampa con eficacia. La delincuencia, Presidente, que parece que a usted le conviene su impunidad, mantiene aterrorizada a la población. Parece que usted no sabe de amor a los hijos, pero sería interesante que preguntara qué es eso, porque hay que ver lo que significa el desgarrador dolor de una madre del barrio a la que un malandro le asesina un hijo, y luego está condenada a ver diariamente a su asesino pasearse por su calle gozando una ola y parte de otra. Y a lo mejor a bordo de una moto china de las que regala el gobierno a sus violentos. Pero usted desconoce esa cruel realidad. Lo suyo es ser el supremo rey de las galaxias. Venezuela le quedó chiquita le dicen sus sigüices pero la verdad es que le quedó grande, demasiado grande. Tan grande que ya es imposible que su huella quede impresa en su memoria como usted pretendía. Y la culpa es suya, Presidente, no del pueblo que rechazó su reforma. ¿Sabe usted lo que yo haría en este momento de dura realidad? ¡Decretaría amnistía general! Ni un solo preso en las cárceles por razones políticas. Ni un perseguido ni un exiliado. Llamaría a la oposición a formar parte del Consejo Federal de Gobierno, y al empresariado privado a fortalecer la economía para bajar la inflación, generar empleos para todos, y crear una eficiente y moderna industria agropecuaria que satisfara plenamente las necesidades alimenticias de la población, a bajo costo y en cantidades suficientes para eliminar la escasez; me guiaría por las denuncias de los medios de comunicación independientes y los haría mis aliados en la ubicación y solución de los problemas sociales; devolvería la FAN a sus cuarteles con la misión de cuidar nuestras fronteras y expulsar a los enemigos de la patria que acosan a nuestros productores y los secuestran con total impunidad; desarrollaría al término de la distancia un poderoso sistema de seguridad social integral y desmontaría el plan divisionista y excluyente 'franela colorá', que ha enfrentado a padres contra hijos, y hermanos contra hermanos, por la perversa instrucción de Fidel Castro, un astroso criminal traidor que redujo su patria a la miseria más atroz. Comenzaría, entonces, a gobernar, con todos los hierros, un país reconciliado, en paz y unido en el esfuerzo común, bajo el lema 'Por una Venezuela libre y de los venezolanos'. Que no es ya el lema de los adecos sino de todos los venezolanos, sin excepción, que queremos para siempre una Venezuela libre de odios, de divisiones, de confrontación, de conflictos, de pobreza, de injusticia, de delincuencia, de ignorancia, de miedo, de represión oficial, de ineficiencia en los servicios públicos, de amenazas totalitarias. Y una Venezuela para los venezolanos, que primero en la mente de su gobernante estén los venezolanos, y todos sus recursos económicos se dediquen exclusivamente a erradicar la pobreza, para que no quede un solo venezolano sin vivienda, sin seguridad social, sin servicios de salud, sin escuela y sin escolaridad efectiva, sin trabajo con salario ético, sin agua, sin electricidad y sin teléfono, sin un ambiente sano, armónico y digno. Con esos inmensos recursos petroleros invertidos juiciosamente durante cinco años lograría dejarle a mi sucesor un país en franca vía de progreso por el desarrollo de su gente, para que continúe mi labor, porque, Presidente, hay algo que usted ha ignorado durante todos estos años de enloquecimiento colectivo, en los que ha colocado usted a Venezuela al borde de una guerra civil: que la patria es la gente, y a mejor gente mejor patria. Todavía tiene tiempo, Presidente, de lograr el sueño de tener una patria donde quepamos todos los venezolanos. No hay grandeza, Presidente, en la exclusión, en la persecución, en la intolerancia ni en el odio. Allí, Presidente, lo que hay es mierda. ¿No se da usted cuenta, Presidente, del carácter amargado y violento de sus seguidores? ¿No percibe usted el terror que anida en sus ojos, porque están obligados a asentir, y si disienten con cualquier nimiedad usted los patea y los humilla? Fíjese como los humillados y ofendidos han reaccionado ante su derrota. Se llama usted demócrata, Presidente, pero no lo es. Está obligado a serlo por las ataduras constitucionales (aunque con demasiada frecuencia se las salta a la torera), y por su interés en la opinión internacional. Usted es un hombre de poder, y, como pocos, de carácter violento, irascible, orgulloso, vengativo, codicioso, personalista, soberbio y profundamente inescrupuloso, a quien nada importan los medios con tal de lograr su fin: destruir el Estado de Derecho. Ya recibió su primera derrota, y fue formidable. Pero sabemos qué lejos está usted de rectificar, y no nos hacemos ilusiones, por eso nos mantendremos en la lucha, alertas y dispuestos a dar la batalla para volverlo a derrotar cuantas veces sean necesarias para proteger la patria de la tiranía. Me despido de usted deseándole una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo, aunque no le arriendo las ganancias en el 2008. Hay demasiados ochos fatales en la historia de los iluminados que en Venezuela han sido. Y degustando un muy criollo dulce de lechosa, me despido de usted, atentamente.

Rafael Marrón González





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