La corbata de Carreño
La corbata de Carreño.
La política comienza a ser perversa cuando sus dirigentes no dicen lo que piensan, y sobre todo, cuando no hacen lo que dicen. La corrupción comienza cuando los dirigentes se consideran exentos de los deberes y las obligaciones de la ley y del decoro. La descomposición de un régimen se evidencia cuando el decoro y el parecer no son tan importantes como el ser, cuando las convicciones esgrimidas no están acompañadas por la conducta.
De nada sirve a los ojos del pueblo hablar de revolución, de igualdad, de la máxima felicidad cuando entre la corbata de Carreño y el ingreso de una mujer pobre, que tiene que prestar servicio doméstico a cambio de un pago diario, hay un abismo tan grande e insalvable. De nada sirve tanta propaganda que proclama la construcción del socialismo del siglo XXI si la corbata de Carreño es una proclamación de que mientras el pueblo espera tiempos mejores, quienes se proclaman sus dirigentes están viviendo aquí y ahora, mucho más que la cuota que les corresponde de la máxima felicidad. De nada sirve que arranquen de todos los motores de la revolución si la corbata de Carreño proclama a todos los que la quieran ver que en este país hay unos más iguales que otros, unos que se comen la pulpa madura de la fruta, mientras que el resto pasa la dentera. De nada sirve tanto compromiso exigido en el presente, si la corbata de Carreño nos hace presentir que todo ese discurso contra el imperialismo, el mercado y la riqueza, son solamente cortinas de humo para encubrir la verdad que se esconde detrás de tanto rojo: que la revolución chavista es solamente una excusa para que el grupo que se encuentra gobernando disfrute toda su vida de la buena vida que dan el dinero, los privilegios, el uso descontrolado del poder y la opresión sobre el resto.
Por eso es que Lara anunció que en su ministerio no hay nada que celebrar. Y por carambola eliminó cualquier festejo navideño. Nada que celebrar porque el 2 de diciembre comenzó el principio del fin de la manguangua nacional. A partir de esa fecha, este régimen de chaquetas rojitas, pero importadas, de corbatas rojitas, pero de lujo, quedó al descubierto. El pueblo dijo NO al despilfarro y a la arrogancia. Dijo NO a la corrupción exhibida con tanto descaro. Dijo NO a la mediocridad de un gobierno que a pesar de tener tantos recursos ha sido incapaz de ganarle una a la inseguridad, a la enfermedad, al desempleo, a la escasez, a la pobreza. La corbata de Carreño es todo un emblema de este gobierno: Es el desparpajo y la lejanía ante los verdaderos problemas nacionales. Es la arrogancia y el revanchismo. Es el maltrato y el olvido. Es hacer desaparecer la navidad porque ellos no tienen nada que celebrar. Es la tristeza del ministro Lara porque el pueblo se pronunció en contra del máximo disfrute de todos ellos, mientras que en cualquier rincón del país, el pueblo de a pié, decepcionado una vez más, todavía siente la bala artera del abandono, el hambre, la desesperanza, la escasez de oportunidades, la inflación y, sobre todo, la decepción al descubrir que la verdadera bandera de esta revolución es marca Louis Vuitton, eso sí, roja rojita, para que el pueblo siga creyendo que hay compromiso donde solo hay apariencia, para que los pobres crean que hay revolución donde solo ha habido y habrá demagogia, corrupción, hipocresía y engaño.
Mientras el ministro Carreño se anuda su corbata, alguien está siendo asesinado. Mientras se observa en el espejo, uno de nuestros presos está siendo violado en sus derechos fundamentales. Mientras aprecia la combinación de colores, un niño está llorando porque no tiene leche. La corbata de Carreño tiene el color del ocaso de las esperanzas de todos aquellos que creyeron que ahora sería diferente.
La política comienza a ser perversa cuando sus dirigentes no dicen lo que piensan, y sobre todo, cuando no hacen lo que dicen. La corrupción comienza cuando los dirigentes se consideran exentos de los deberes y las obligaciones de la ley y del decoro. La descomposición de un régimen se evidencia cuando el decoro y el parecer no son tan importantes como el ser, cuando las convicciones esgrimidas no están acompañadas por la conducta.
De nada sirve a los ojos del pueblo hablar de revolución, de igualdad, de la máxima felicidad cuando entre la corbata de Carreño y el ingreso de una mujer pobre, que tiene que prestar servicio doméstico a cambio de un pago diario, hay un abismo tan grande e insalvable. De nada sirve tanta propaganda que proclama la construcción del socialismo del siglo XXI si la corbata de Carreño es una proclamación de que mientras el pueblo espera tiempos mejores, quienes se proclaman sus dirigentes están viviendo aquí y ahora, mucho más que la cuota que les corresponde de la máxima felicidad. De nada sirve que arranquen de todos los motores de la revolución si la corbata de Carreño proclama a todos los que la quieran ver que en este país hay unos más iguales que otros, unos que se comen la pulpa madura de la fruta, mientras que el resto pasa la dentera. De nada sirve tanto compromiso exigido en el presente, si la corbata de Carreño nos hace presentir que todo ese discurso contra el imperialismo, el mercado y la riqueza, son solamente cortinas de humo para encubrir la verdad que se esconde detrás de tanto rojo: que la revolución chavista es solamente una excusa para que el grupo que se encuentra gobernando disfrute toda su vida de la buena vida que dan el dinero, los privilegios, el uso descontrolado del poder y la opresión sobre el resto.
Por eso es que Lara anunció que en su ministerio no hay nada que celebrar. Y por carambola eliminó cualquier festejo navideño. Nada que celebrar porque el 2 de diciembre comenzó el principio del fin de la manguangua nacional. A partir de esa fecha, este régimen de chaquetas rojitas, pero importadas, de corbatas rojitas, pero de lujo, quedó al descubierto. El pueblo dijo NO al despilfarro y a la arrogancia. Dijo NO a la corrupción exhibida con tanto descaro. Dijo NO a la mediocridad de un gobierno que a pesar de tener tantos recursos ha sido incapaz de ganarle una a la inseguridad, a la enfermedad, al desempleo, a la escasez, a la pobreza. La corbata de Carreño es todo un emblema de este gobierno: Es el desparpajo y la lejanía ante los verdaderos problemas nacionales. Es la arrogancia y el revanchismo. Es el maltrato y el olvido. Es hacer desaparecer la navidad porque ellos no tienen nada que celebrar. Es la tristeza del ministro Lara porque el pueblo se pronunció en contra del máximo disfrute de todos ellos, mientras que en cualquier rincón del país, el pueblo de a pié, decepcionado una vez más, todavía siente la bala artera del abandono, el hambre, la desesperanza, la escasez de oportunidades, la inflación y, sobre todo, la decepción al descubrir que la verdadera bandera de esta revolución es marca Louis Vuitton, eso sí, roja rojita, para que el pueblo siga creyendo que hay compromiso donde solo hay apariencia, para que los pobres crean que hay revolución donde solo ha habido y habrá demagogia, corrupción, hipocresía y engaño.
Mientras el ministro Carreño se anuda su corbata, alguien está siendo asesinado. Mientras se observa en el espejo, uno de nuestros presos está siendo violado en sus derechos fundamentales. Mientras aprecia la combinación de colores, un niño está llorando porque no tiene leche. La corbata de Carreño tiene el color del ocaso de las esperanzas de todos aquellos que creyeron que ahora sería diferente.
Cortesía: Noticiero Digital
RCTV