Cosita Rica...

sábado, 16 de noviembre de 2013

Un par de cuentos para explicar como el valor de un producto no depende de cuanto cuesta y por qué los televisores se venden al mismo precio así se importen con dolares a 6.30 o a 30.

1.- José Buensazón hacía arepas en su casa. Considerando todos los costos de harina, sal, rellenos, gas y su trabajo, José calculó que le costaba 10 bolívares hacer cada arepa. Le pareció que 30% era un buen margen de ganancia y por eso las vendía a 13 bolívares cada una.

Al poco tiempo las arepas, que eran deliciosas, se hicieron famosas y la gente venía y compraba muchas. Pero José no podía hacer más de 100 cada día y la gente hacía colas de hasta 200 personas y algunos pedían de a 3 y 4 para llevar. Por eso muchos se quedaban sin poder comprar las arepas. Algunos de los que más le gustaban las arepas le ofrecían a Jose pagarle más con tal de que les reservara algunas arepas, algunos le ofrecieron 20 bolívares, otros 30 bolívares y algunos hasta 40 por arepa. También había quienes querían llevarse hasta 20 arepas juntas.

Pero José se negaba, a el no le gustaba cobrar sobreprecio, el no era especulador, así que decidió usar un sistema con números donde los primeros 100 clientes podían comprar una sola arepa cada uno a 13 bolívares, el que no tuviera número no podía comprar. Con eso evitaba la especulación, por lo menos eso creía José.

Sin embargo, la misma gente que hacía la cola y obtenía los números muchas veces los vendían a los que quisieran pagar por ellos. Al principio eran unos poquitos pero un día apareció Pedro Patolmundo que sabía lo buenas que eran las arepas y lo bien que se vendían. Pedro organizaba todos los días a 100 personas para que se pararan tempranito y tomaran los 100 números. A cada uno de ellos les pagaba 5 bolívares por hacer la cola y llevarle los números. Pedro tomaba pedidos por teléfono y vendía cada arepa a 40 bolívares, se las compraba a José a través de sus "empleados" y las enviaba a domicilio sacándole una muy buena ganancia. Cuando le sobraban números, que era casi nunca, simplemente los vendía a 20 bolívares.

Pedro todos los días ganaba más dinero que José haciendo las arepas.

Conclusión: como José no quiso beneficiarse del gran valor de sus arepas Pedro lo hizo.

2.- Mario Finolis también hacía arepas. A Mario le gustaba usar los mejores ingredientes, la mejor harina, la mejor sal, agua de manantial destilada, aceite de oliva y especias importadas. Sus equipos eran de los más modernos. El local estaba muy bien decorado y sus empleados lo mantenían en el mejor estado. El servicio era de primera. Mario calculó que sus refinadas arepas le costaban cada una 30 bolivares. Con el 30% de ganancia, las iba a vender en 39 bolívares cada una.

Solo había un problema, a pesar de los buenos ingredientes y la gran dedicación de Mario a la gente simplemente no le gustaban las arepas. Quien las probaba no volvía. Mario pensó que quizás estaban muy caras así que les bajó el precio a 35 bolívares. Pero nada, la gente seguía sin comprar. Mario estaba confundido a el sus arepas le sabían bien. Probó cambiar la receta pero sin éxito. Finalmente desesperado decidió venderlas al costo, 30 bolívares, pero ni así se vendían.

Desilusionado, y ya camino a la quiebra decidió liquidar las arepas que le quedaban vendiéndolas muy por debajo del costo, las remató a 20 bolívares cada una. Sorprendéntemente, logró venderlas todas muy rápidamente. En ese momento se dio cuenta que sus arepas sí se podían vender, solo que no al precio que él pensaba. Decidió revisar a fondo su negocio ajustando los costos, con ingredientes más económicos pero todavía de buena calidad, redujo los lujos y redujo la mano de obra atendiendo personalmente a los clientes. Así pudo producir cada arépa a 15 bolívares y venderlas a 20.

El negocio de ahí en adelante fue todo un éxito.


Moraleja: el valor de la arepa lo determinan los clientes no el costo de prepararla.
 

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